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“Vivimos una era multipolar apocalíptica,
Hay que pensarlo todo de nuevo”.
José Pablo Feinmann-Suplemento Pag12-Clase51
“Algunas personas creen que tienen la razón,
esas personas me dan lástima y me dan miedo.”
Lic. Andrés Sánchez Bodas
Los seres humanos, las personas que somos, estamos, venimos y vamos, en un infinito de sucesiones de hechos, desde los cuales no hay principio ni final.
Un día surgimos, construidos desde un algo o alguien que nos preexistió, como especie y como la persona individuo que somos.
Como especie mamífera.
Como persona en si desde una madre que decidió tenernos, y un padre que colaboró para que la especie siga subsistiendo.
Somos humanos, que denominamos personas, es decir: sujetos hablantes detrás de una mascara.
No es casual haber elegido ese término para auto referirnos.
Per-sona, por sonido detrás de una máscara que representaba en la Grecia antigua, distintos estados de ánimo, estados notorios de tristeza, alegría, odio, terror.
Máscara que se ponían los actores, y que tenían una especie de manija debajo de ella, que les permitía cambiarlas cuando necesitaban marcar alguna emoción, algún sentimiento.
La voz sonaba más intensa, en una especie de eco, quizás algo gutural y extraña, reforzando de alguna manera lo que se quería representar.
Elegimos denominarnos persona, quizás por darnos cuenta que así somos, seres vivos que al sabernos a nosotros mismos debemos tomar distancia, poner el Yo (una máscara) entre el otro y los nosotros, para no soltar la mismidad, para cuidarla de la mirada que nos puede cosificar por estar a expensas del deseo de ese otro, o hacernos sentir como de cristal, muy frágiles.
Así somos, esta es nuestra constitución de Ser, nuestra naturaleza no natural, que es natural porque es nuestra naturaleza, es por ello que hoy parece absurdo el debate entre esencialistas y existencialistas acerca de que esta primero en lo humano, la esencia o la existencia.
No hay duda que el existir es lo que nos caracteriza y nos diferencia de los animales que viven y no existen, sin embargo y esto es lo paradojal de ese antiguo debate, que esta es nuestra esencia: ser seres existentes.
Poseemos una naturaleza esencial, la de ser no naturales en tanto creamos y cambiamos lo predado siendo existentes en tanto salimos hacia el afuera, hacia el otro (ex sistere: salir afuera) en nuestro suceder como personas.
Tampoco dudo hoy (mañana no se), que devenimos de los antropoides, que somos un tipo de antropoide, un antropoide que piensa, que habla, que significa, que percibe, que construye la realidad por sobre los hechos en si, que construye su propia identidad por sobre lo que sus datos sensibles buscan imprimen y luego se codifican.
Somos un tipo de antropoide que aprende a trabajar, amar y odiar, y eso lo diferencia sustancialmente, ni para mejor o para peor, ni en más o en menos, simplemente lo hace diferente a todos los demás seres vivos, en tanto salto cualitativo, aquel que implica poder pensarse a si mismo.
En este pensarse y existirse vamos hacia el otro de tres maneras posibles, como semejante al cual podremos amar, como otro que sentimos como otro que no es otro y esto implica indiferencia, o como otro al cual visualizamos como otro peligroso para mi subsistencia y de mis semejantes que amo, ante ese aparece el odio y la destructividad.
En este sentido somos un ser vivo más, y como tal poseemos una tendencia vital, una pulsión vital, una “substancia” que tiende a expresar la vida, a vivir, y por ello, la principal energía psicofísica, la que brinda la base de lo que somos y seremos es: la tendencia a vivir.
Desde esta tendencia o pulsión, surgen las potencialidades para crecer, desarrollarse y desplegarse, así como las precauciones y defensas para evitar el aniquilamiento, de la persona que somos y de la especie y/o grupo al que suponemos pertenecemos.
Varios autores de una u otra manera han remitido a esto, S. Freud con sus Pulsiones de Vida y Muerte y la Libido Sexual, C. Jung con la idea de Libido como energía total, Carl Rogers con su Tendencia Actualizante, Kurt Goldstein con su Tendencia a la Autoactualización, Abraham Maslow con su Tendencia a la Autorrealización, yo mismo con la Pulsión Vital.
Autores (entre otros) que de uno u otro modo de elaborar conceptos, han considerado que puede haber un impulso, una “fuerza” de lo vivo que tiende a expresarse hacia, y compele motivando, es decir siendo fuente de las motivaciones más básicas, y de las defensas más útiles para seguir estando vivos y existir.
Como seres vivos, en principio, la vida que nos contiene surge desde un primer paso, la unión de gametas, de pares, de dos que se hacen uno, en nuestro caso de un espermatozoide y un óvulo, y esto empieza a signar las significaciones que en el futuro daremos cuando empecemos a percibir.
Percibir será lo propio, lo nuestro, lo que nos hará ser quienes seremos, y quienes no seremos, en tanto siempre habrá una especulación binaria, aquello que es y lo que no es, el ser y la nada, lo bueno y lo malo.
Empezamos siendo uno, el feto es uno, un primer uno producto de dos.
El feto al vivir se hace uno con su contenedor biológico: la madre.
La Madre y el feto son uno.
Al nacer aparece el dos, lo otro que no nos pertenece y nos influye, la gravedad, el aire, el afuera y el recién nacido, uno-cero (el cero es lo otro)
Seremos binarios por excelencia, desde el principio hasta la muerte, y buscaremos el uno que fuimos como vivencia cuando empezamos a ser, quizás venga de allí la idea de paraíso, de edén, de dios contenedor, bienhechor. Desde el principio buscaremos lo uno, la totalidad experienciada en la vida fetal.
Hay que pensarlo todo de nuevo”.
José Pablo Feinmann-Suplemento Pag12-Clase51
“Algunas personas creen que tienen la razón,
esas personas me dan lástima y me dan miedo.”
Lic. Andrés Sánchez Bodas
Los seres humanos, las personas que somos, estamos, venimos y vamos, en un infinito de sucesiones de hechos, desde los cuales no hay principio ni final.
Un día surgimos, construidos desde un algo o alguien que nos preexistió, como especie y como la persona individuo que somos.
Como especie mamífera.
Como persona en si desde una madre que decidió tenernos, y un padre que colaboró para que la especie siga subsistiendo.
Somos humanos, que denominamos personas, es decir: sujetos hablantes detrás de una mascara.
No es casual haber elegido ese término para auto referirnos.
Per-sona, por sonido detrás de una máscara que representaba en la Grecia antigua, distintos estados de ánimo, estados notorios de tristeza, alegría, odio, terror.
Máscara que se ponían los actores, y que tenían una especie de manija debajo de ella, que les permitía cambiarlas cuando necesitaban marcar alguna emoción, algún sentimiento.
La voz sonaba más intensa, en una especie de eco, quizás algo gutural y extraña, reforzando de alguna manera lo que se quería representar.
Elegimos denominarnos persona, quizás por darnos cuenta que así somos, seres vivos que al sabernos a nosotros mismos debemos tomar distancia, poner el Yo (una máscara) entre el otro y los nosotros, para no soltar la mismidad, para cuidarla de la mirada que nos puede cosificar por estar a expensas del deseo de ese otro, o hacernos sentir como de cristal, muy frágiles.
Así somos, esta es nuestra constitución de Ser, nuestra naturaleza no natural, que es natural porque es nuestra naturaleza, es por ello que hoy parece absurdo el debate entre esencialistas y existencialistas acerca de que esta primero en lo humano, la esencia o la existencia.
No hay duda que el existir es lo que nos caracteriza y nos diferencia de los animales que viven y no existen, sin embargo y esto es lo paradojal de ese antiguo debate, que esta es nuestra esencia: ser seres existentes.
Poseemos una naturaleza esencial, la de ser no naturales en tanto creamos y cambiamos lo predado siendo existentes en tanto salimos hacia el afuera, hacia el otro (ex sistere: salir afuera) en nuestro suceder como personas.
Tampoco dudo hoy (mañana no se), que devenimos de los antropoides, que somos un tipo de antropoide, un antropoide que piensa, que habla, que significa, que percibe, que construye la realidad por sobre los hechos en si, que construye su propia identidad por sobre lo que sus datos sensibles buscan imprimen y luego se codifican.
Somos un tipo de antropoide que aprende a trabajar, amar y odiar, y eso lo diferencia sustancialmente, ni para mejor o para peor, ni en más o en menos, simplemente lo hace diferente a todos los demás seres vivos, en tanto salto cualitativo, aquel que implica poder pensarse a si mismo.
En este pensarse y existirse vamos hacia el otro de tres maneras posibles, como semejante al cual podremos amar, como otro que sentimos como otro que no es otro y esto implica indiferencia, o como otro al cual visualizamos como otro peligroso para mi subsistencia y de mis semejantes que amo, ante ese aparece el odio y la destructividad.
En este sentido somos un ser vivo más, y como tal poseemos una tendencia vital, una pulsión vital, una “substancia” que tiende a expresar la vida, a vivir, y por ello, la principal energía psicofísica, la que brinda la base de lo que somos y seremos es: la tendencia a vivir.
Desde esta tendencia o pulsión, surgen las potencialidades para crecer, desarrollarse y desplegarse, así como las precauciones y defensas para evitar el aniquilamiento, de la persona que somos y de la especie y/o grupo al que suponemos pertenecemos.
Varios autores de una u otra manera han remitido a esto, S. Freud con sus Pulsiones de Vida y Muerte y la Libido Sexual, C. Jung con la idea de Libido como energía total, Carl Rogers con su Tendencia Actualizante, Kurt Goldstein con su Tendencia a la Autoactualización, Abraham Maslow con su Tendencia a la Autorrealización, yo mismo con la Pulsión Vital.
Autores (entre otros) que de uno u otro modo de elaborar conceptos, han considerado que puede haber un impulso, una “fuerza” de lo vivo que tiende a expresarse hacia, y compele motivando, es decir siendo fuente de las motivaciones más básicas, y de las defensas más útiles para seguir estando vivos y existir.
Como seres vivos, en principio, la vida que nos contiene surge desde un primer paso, la unión de gametas, de pares, de dos que se hacen uno, en nuestro caso de un espermatozoide y un óvulo, y esto empieza a signar las significaciones que en el futuro daremos cuando empecemos a percibir.
Percibir será lo propio, lo nuestro, lo que nos hará ser quienes seremos, y quienes no seremos, en tanto siempre habrá una especulación binaria, aquello que es y lo que no es, el ser y la nada, lo bueno y lo malo.
Empezamos siendo uno, el feto es uno, un primer uno producto de dos.
El feto al vivir se hace uno con su contenedor biológico: la madre.
La Madre y el feto son uno.
Al nacer aparece el dos, lo otro que no nos pertenece y nos influye, la gravedad, el aire, el afuera y el recién nacido, uno-cero (el cero es lo otro)
Seremos binarios por excelencia, desde el principio hasta la muerte, y buscaremos el uno que fuimos como vivencia cuando empezamos a ser, quizás venga de allí la idea de paraíso, de edén, de dios contenedor, bienhechor. Desde el principio buscaremos lo uno, la totalidad experienciada en la vida fetal.
Una búsqueda imposible, con algunos engaños perceptúales en el camino hacia el otro uno que nos espera: la muerte, que nos vuelve a hacer uno. Esos momentos son el enamoramiento, la pasión, el orgasmo, las experiencias cumbres que mencionó A. Maslow, quizás algún viaje místico, un instante en la meditación, en rituales espirituales y/o religiosos, quizás algún momento especial, lo que sea o haya sido especial para cada uno de nosotros, un momento, un instante, una instancia de unidad; maravillosos momentos de presencia plena.
Siempre vivimos y existimos partidos buscando lo uno.
Esto es algo que puede explicar los conceptos de Dios, de trascendencia, de felicidad, de encuentro, de éxtasis, conceptos que minimizan la angustia existencial a que estamos expuestos por estar y ser siendo divididos desde que salimos de adentro de mamá al mundo de lo otro, a existir con desde para y en el otro.
Conceptos, ideas, imaginarios que nos van constituyendo en con vivencia, vivenciando con y haciendo la persona, la máscara de un Mí tapado por un Yo.
Ilusión de sentido, tal como la creencia en la trascendencia, o en un más allá o más acá.
Construcciones conceptuales que ayudan a existir, valen y se sostienen por ello.
Hoy también sabemos, las neurociencias nos han ayudado a saberlo, que aquello que nuestro cerebro construye binariamente, siendo funcionamiento fisiológico, de química cerebral y de índole vincular existencial en tanto todo vínculo es siempre binario, aún en la relación con nosotros mismos, allí, aún allí, para pensarnos y vincularnos debemos salir de nosotros para “mirarnos” como otro que nos mira, por ello existimos y esta es como dije nuestra particularidad, y valga la paradoja del lenguaje, nuestra particularidad esencial de lo existencial que somos siendo.
A veces por esto, cuando nos encontramos hablando con nosotros mismos, es decir pensando en ese que soy yo desde otro que soy mi o viceversa, nos preocupamos en ese breve instante del darnos cuenta de la división.
¿Estaremos locos? nos decimos, y no, por eso no porque nos lo decimos en pregunta, y esa es la diferencia entre aquel que si esta loco y aquellos que no, por lo menos por ahora.
El loco, el esquizofrénico, en realidad, y paradojalmente, es más congruente en tanto vive directamente en si la división, esta dividido como nosotros pero no se engaña, como nosotros si lo hacemos. Su dificultad, la del loco, es que vive en un mundo de “cuerdos”, adaptados en la división mi/yo, en tanto es eso lo que hemos logrado y acordado (de aquí deviene la palabra cuerdo) y hemos acordado estar enmascarados, y eso parece que ha servido para sobrevivir, hasta ahora.
Es la característica de nuestra especie, lo que nos ha constituido como tales, y nos instala en la inevitable angustia existencial, cuna de lo que podremos desarrollar satisfactoriamente como de lo que nos hará sufrir inevitablemente.
Quizás los genios, los sabios, los iluminados, los brujos, los chamanes, los gurúes, los distintos, sean aquellos que se han animado a transitar en si el quiebre y salir más menos indemnes de la experiencia, produciendo saberes y contactos que nos ayudan a comprender mejor quienes somos.
Un condicionante para que esto acontezca ha sido el lenguaje, una herramienta que algún antepasado descubrió y que sirvió para seguir aquí y ser siendo quienes somos.
El lenguaje, una adquisición relativamente reciente en el desarrollo de nuestra especie que nos ha diferenciado y ayudado a subsistir, como tal sumamente útil para la especie que probablemente hubiera desaparecido de no ser por aquel grupo de antropoides geniales que ante la debilidad corporal articularon las primeras palabras y empezaron a comunicarse simbólicamente superando el intercambio de signos y co construyendo el pensamiento y la posibilidad de imaginar, soñar y crear modificando lo pre dado.
Sin embargo, y nuevamente lo paradojal (así es nuestra peculiar manera de estar y ser en este mundo), el lenguaje construye la máscara del ser, una trampa que nos ha permitido seguir vivos.
Una trampa bien codificada, bien dicha, bien contada como tal en los relatos míticos de Adán y de Prometeo, en donde, según ellos, Dios nos castigó por hacernos quienes somos: antinaturales en nuestra naturaleza humana.
Cuando escribieron acerca de que nos echaron del paraíso, del Edén, y nos condenaron al quiebre, al existir siendo sin saber quienes somos siendo, y lo que es aún peor, con la idea de creer que vamos a saberlo algún día, estaban hablando de vivencias de sensaciones pasadas y presentes, y que pasaron a escritura, que se hizo sagrada, como tal para muchos verdadera, y en tanto ello una guía para soportar lo insoportable. Muchas personas se hicieron de estas guías, otras no la precisan, y esto marca una diferencia que sería bueno conocer para evitar o prevenir ciertos males que hoy día están aconteciendo en nuestro mundo.
El mundo esta en peligro, por ello necesitamos re pensar lo humano, o pensarlo nuevamente tal como la frase inicial que utilizo como apostilla del filósofo argentino Juan Pablo Feinmann que inicia este texto, y no pensar que somos poseedores de alguna verdad, ni que tenemos razón en tanto esta es siempre una construcción de sentido solo para el que la porta y el que la avala.
Sabernos binarios, ambiguos, dicotómicos, ambivalentes, y aceptarnos así es un buen comienzo, y no olvidarnos que nacemos con la posibilidad de dos emociones básicas: la tristeza y la alegría, y que de ambas irán surgiendo significaciones dadoras de sentido a las percepciones de lo real que configuraran otro real que será el válido orientador de las acciones de cada sujeto persona que circula por el mundo.
El “real” de cada uno se aprehende en las distintas redes vinculares que se van estableciendo, a través de las cuales las dos emociones básicas van constituyendo los matices que constituyen los que denominamos sentimientos. El recién nacido es emoción pura en las dos vertientes mencionadas las cuales funcionan en “blanco o negro”, no tiene que aprenderlas, las trae como potencialidad, lo que siente que hace bien lo busca y se acerca y/o le permite acercarse, lo que siente que hace mal lo rechaza y lo experiencia como una amenaza, de la cual como organismo vivo se aleja y no le permite acercarse, de esa manera puede sobrevivir.
Ante el primero se alegra, ríe o muestra alguna señal de satisfacción, ante el segundo se entristece, llora o muestra alguna señal de insatisfacción.
Desde estas bases nos instalamos en el mundo, en el niño la cuestión es relativamente sencilla, todavía no esta atravesado por la valoración de los otros, teniendo entonces respuestas que en general son congruentes entre lo que siente y hace.
El pensar se esta co construyendo, lo simbólico esta en ciernes, es más signo que símbolo y lo bueno es lo bueno y lo malo es lo malo, lo bueno o malo que el organismo experienciante experiencia e indica. Luego, más luego cuando lo simbólico se va colocando entre medio, la persona comienza a hacerse, el yo hace su aparición y se complica la cuestión acerca de lo que hace bien o mal, acerca de lo que es bueno o malo, desde aquí la vida se hace existencia.
Se me hace preciso aclarar en esta instancia que cuando digo “desde aquí”, no estoy demarcando un momento de comienzo que se da en algún determinado mes de la vida de bebé, sino que es una forma de expresar algo que esta lo constitutivo y que se va instalando como proceso fluyente.
Es por otra parte posible pensar que cuando este niñito algún día dice “yo” cuando habla de si mismo, empezando a auto referirse desde el lenguaje explicito ante los otros, dejando de hacerlo en tercera persona del singular, como la hacia antes de decirse “yo”, es posible pensar digo, que algo de lo personal se esta manifestando, sin embargo no sabemos cuando este proceso se delimita internamente, antes de hacerlo explicito y por lo tanto “existente”.
No soy de lo que cree que hay principio y final de las cosas, hechos o sucesos, que puedan remarcarse claramente, solo hay indicadores, signos que nos hacen dar cuenta de que lo que estamos considerando es, y esto es lo que estoy queriendo decir respecto a un supuesto “comienzo” del mundo sentimental que trasciende y trasmuta lo emocional y nos constituye en personas, alejándonos del resto de mamíferos que, por lo que hasta ahora sabemos, son emocionales pero no constituyen sentimientos.
Esto me hace decir que una definición posible de lo humano es que somos seres sentimentales.
La posibilidad sentimental es potencialidad primaria de nuestra especie, y podemos pensarla como una tendencia que ante lo dado rompe el equilibrio homeostático y nos compulsa hacia la homeodinamia, es decir al cambio y la transformación, en tanto valoriza de algún modo propio lo que se le presenta al organismo en cada momento.
En tanto somos seres sociales necesitamos de los otros y estos nos encuentran con un mundo que nos legan, con sus metáforas, sus símbolos, sus construcciones culturales, sus historias, sus costumbres, sus hábitos, sus modos de mirar y pensar la realidad, eso nos atraviesa, mientras tanto cuidamos la vida que somos, y todas nuestras conductas y comportamientos devienen de allí, y solo desde allí pueden ser comprensibles.
Aquí es importante tener en cuenta que todo lo que hacemos lo hacemos en una primera instancia para sobrevivir, si lo logramos vivimos, y si alcanzamos cierto nivel de seguridad en lo que somos viviendo, podemos plantearnos existir, tomar en cuenta al otro como un nosotros que coexiste en el mismo sentido vital, un par, un congénere que necesitamos y nos necesita.
Todo animal, y eso en la base somos, se conduce con un repertorio de comportamientos que le permiten primero sobrevivir, luego vivir, alimentarse, defenderse, procrearse y cumplida su meta de especie: morir. Todo animal, de la especie que sea, si bien puede manifestar algún aprendizaje particular como individuo, no se aleja de lo básico de lo que es, de su esencia, si lo hace tiene dos caminos: muere o se hace otra especie.
En cambio nosotros, desde esta base mamífera que luego trascendemos sentimentalmente, al pensar y hablar o viceversa, nutrimos nuestra inmensa red neuronal, y enriquecemos ese caudal de comportamientos inicial, co construimos conductas, algunas en el si de la experiencia, otras adquiridas en los grupos de pertenencia, que nos hace sentir uno en tanto identidad.
Los humanos somos una especie y como tales cada uno de nosotros compartimos lo común a lo humano general y al grupo del cual somos siendo parte, y cada uno construimos la especie que somos en cada uno.
Todo lo que hacemos es todo lo que somos, y si lo que hacemos es vivir eso es todo lo que somos un ser vivo que desea eso vivir, y lo que hace tiene esa intención principal, primaria y final. Solo basta observar detenidamente cualquier conducta, sea una acción, un pensamiento, un imaginario, un sueño, tienen, en un principio, la intención de preservar al organismo que somos, y a partir de allí, de ser posible trascenderlo en conductas superadoras de lo habitual, de lo común.
Toda acción es, en un principio, interacción preservativa de la especie.
Todo pensamiento es para resolver lo importante, y sale al cruce del vivir cotidiano.
Todo lo que imaginamos es para revisar o prever.
Todo sueño es una comunicación de nuestro fondo perceptual, que simbólicamente libre de las trabas de la censura ordinaria, nos demarca cuestiones que nos pasan, y nos indica caminos.
Reaccionar, resolver, revisar, prever, darse cuenta de los mensajes de nuestro fondo, se colocan, están, aparecen, como disposiciones existenciales, es decir para ir hacia el mundo, hacia fuera, en el pro-yecto de vivir y existir.
En un orden de metáfora explicativa puedo hablar de una potencialidad totalizadora que subdivido a modo de estudio en dos, una que llamaré primaria y otra secundaria.
La primera es la impronta del vivir que si funciona en su característica homeostática, nos permite seguir en el mundo desde conductas que nos hacen crecer y desarrollarnos.
La segunda, de índole homeodinámica, produce el salto de lo humano hacia lo otro que hace de la realidad un real que cada uno hace de lo que percibe.
La primera nos hace vivir, la segunda existir, ambas están y son en el todo que somos, y repito que lo que acabo de describir es un suceso explicativo racional sobre la vida total que somos siendo cada día, solo eso una explicación para demarcar la vivencia de que a veces estamos en un modo de estar y ser en el mundo y a veces en el otro. Es desde aquí que a veces digo y decimos vivir y existir porque pensamos que son dos niveles de estar en el mundo, uno de base biológica conductual, otra de cimientos psicoespirituales, ambas sin embargo, puestas a disposición de cumplimentar los designios de la especie, los simples designios de transitar, procrear y morir.
¡Que difícil es hablar o escribir sobre algo que es vivencia!
Toda cuestión de lo humano sea en el nivel que sea debe sostener lo humano, sostener a los humanos, a las personas en si, a cada uno como tal, y al todo que somos, ese es nuestro deber y designio vital.
Lo natural es auto preservante en y hacia el equilibrio ecológico, nuestra naturaleza y esencia natural es ser no naturales y existentes, de allí la paradoja que nos constituye y que debemos conocer para seguir siendo quienes somos, no naturales, pero no hacernos anti naturales por sobre un supuesto soporte cultural e ideológico que predomina justificando actos que nos pueden llevar a la auto destrucción. Como pensamos, las ideas que nos surgen, las creencias, las ciencias, las disciplinas, las técnicas, el arte, las religiones, son creaciones del “alma humana”, que se suponen motivadas hacia el sostenimiento de la especie.
Cuando esto no sucede, como parece serlo en la actualidad, se nos impone volver a pensar, repensar lo humano que somos, algo así como barajar de nuevo y volver a dar las cartas de la vida.
Lic. Andrés Sánchez Bodas
Director de Holos San Isidro
Creador del Counseling en la Republica Argentina
Siempre vivimos y existimos partidos buscando lo uno.
Esto es algo que puede explicar los conceptos de Dios, de trascendencia, de felicidad, de encuentro, de éxtasis, conceptos que minimizan la angustia existencial a que estamos expuestos por estar y ser siendo divididos desde que salimos de adentro de mamá al mundo de lo otro, a existir con desde para y en el otro.
Conceptos, ideas, imaginarios que nos van constituyendo en con vivencia, vivenciando con y haciendo la persona, la máscara de un Mí tapado por un Yo.
Ilusión de sentido, tal como la creencia en la trascendencia, o en un más allá o más acá.
Construcciones conceptuales que ayudan a existir, valen y se sostienen por ello.
Hoy también sabemos, las neurociencias nos han ayudado a saberlo, que aquello que nuestro cerebro construye binariamente, siendo funcionamiento fisiológico, de química cerebral y de índole vincular existencial en tanto todo vínculo es siempre binario, aún en la relación con nosotros mismos, allí, aún allí, para pensarnos y vincularnos debemos salir de nosotros para “mirarnos” como otro que nos mira, por ello existimos y esta es como dije nuestra particularidad, y valga la paradoja del lenguaje, nuestra particularidad esencial de lo existencial que somos siendo.
A veces por esto, cuando nos encontramos hablando con nosotros mismos, es decir pensando en ese que soy yo desde otro que soy mi o viceversa, nos preocupamos en ese breve instante del darnos cuenta de la división.
¿Estaremos locos? nos decimos, y no, por eso no porque nos lo decimos en pregunta, y esa es la diferencia entre aquel que si esta loco y aquellos que no, por lo menos por ahora.
El loco, el esquizofrénico, en realidad, y paradojalmente, es más congruente en tanto vive directamente en si la división, esta dividido como nosotros pero no se engaña, como nosotros si lo hacemos. Su dificultad, la del loco, es que vive en un mundo de “cuerdos”, adaptados en la división mi/yo, en tanto es eso lo que hemos logrado y acordado (de aquí deviene la palabra cuerdo) y hemos acordado estar enmascarados, y eso parece que ha servido para sobrevivir, hasta ahora.
Es la característica de nuestra especie, lo que nos ha constituido como tales, y nos instala en la inevitable angustia existencial, cuna de lo que podremos desarrollar satisfactoriamente como de lo que nos hará sufrir inevitablemente.
Quizás los genios, los sabios, los iluminados, los brujos, los chamanes, los gurúes, los distintos, sean aquellos que se han animado a transitar en si el quiebre y salir más menos indemnes de la experiencia, produciendo saberes y contactos que nos ayudan a comprender mejor quienes somos.
Un condicionante para que esto acontezca ha sido el lenguaje, una herramienta que algún antepasado descubrió y que sirvió para seguir aquí y ser siendo quienes somos.
El lenguaje, una adquisición relativamente reciente en el desarrollo de nuestra especie que nos ha diferenciado y ayudado a subsistir, como tal sumamente útil para la especie que probablemente hubiera desaparecido de no ser por aquel grupo de antropoides geniales que ante la debilidad corporal articularon las primeras palabras y empezaron a comunicarse simbólicamente superando el intercambio de signos y co construyendo el pensamiento y la posibilidad de imaginar, soñar y crear modificando lo pre dado.
Sin embargo, y nuevamente lo paradojal (así es nuestra peculiar manera de estar y ser en este mundo), el lenguaje construye la máscara del ser, una trampa que nos ha permitido seguir vivos.
Una trampa bien codificada, bien dicha, bien contada como tal en los relatos míticos de Adán y de Prometeo, en donde, según ellos, Dios nos castigó por hacernos quienes somos: antinaturales en nuestra naturaleza humana.
Cuando escribieron acerca de que nos echaron del paraíso, del Edén, y nos condenaron al quiebre, al existir siendo sin saber quienes somos siendo, y lo que es aún peor, con la idea de creer que vamos a saberlo algún día, estaban hablando de vivencias de sensaciones pasadas y presentes, y que pasaron a escritura, que se hizo sagrada, como tal para muchos verdadera, y en tanto ello una guía para soportar lo insoportable. Muchas personas se hicieron de estas guías, otras no la precisan, y esto marca una diferencia que sería bueno conocer para evitar o prevenir ciertos males que hoy día están aconteciendo en nuestro mundo.
El mundo esta en peligro, por ello necesitamos re pensar lo humano, o pensarlo nuevamente tal como la frase inicial que utilizo como apostilla del filósofo argentino Juan Pablo Feinmann que inicia este texto, y no pensar que somos poseedores de alguna verdad, ni que tenemos razón en tanto esta es siempre una construcción de sentido solo para el que la porta y el que la avala.
Sabernos binarios, ambiguos, dicotómicos, ambivalentes, y aceptarnos así es un buen comienzo, y no olvidarnos que nacemos con la posibilidad de dos emociones básicas: la tristeza y la alegría, y que de ambas irán surgiendo significaciones dadoras de sentido a las percepciones de lo real que configuraran otro real que será el válido orientador de las acciones de cada sujeto persona que circula por el mundo.
El “real” de cada uno se aprehende en las distintas redes vinculares que se van estableciendo, a través de las cuales las dos emociones básicas van constituyendo los matices que constituyen los que denominamos sentimientos. El recién nacido es emoción pura en las dos vertientes mencionadas las cuales funcionan en “blanco o negro”, no tiene que aprenderlas, las trae como potencialidad, lo que siente que hace bien lo busca y se acerca y/o le permite acercarse, lo que siente que hace mal lo rechaza y lo experiencia como una amenaza, de la cual como organismo vivo se aleja y no le permite acercarse, de esa manera puede sobrevivir.
Ante el primero se alegra, ríe o muestra alguna señal de satisfacción, ante el segundo se entristece, llora o muestra alguna señal de insatisfacción.
Desde estas bases nos instalamos en el mundo, en el niño la cuestión es relativamente sencilla, todavía no esta atravesado por la valoración de los otros, teniendo entonces respuestas que en general son congruentes entre lo que siente y hace.
El pensar se esta co construyendo, lo simbólico esta en ciernes, es más signo que símbolo y lo bueno es lo bueno y lo malo es lo malo, lo bueno o malo que el organismo experienciante experiencia e indica. Luego, más luego cuando lo simbólico se va colocando entre medio, la persona comienza a hacerse, el yo hace su aparición y se complica la cuestión acerca de lo que hace bien o mal, acerca de lo que es bueno o malo, desde aquí la vida se hace existencia.
Se me hace preciso aclarar en esta instancia que cuando digo “desde aquí”, no estoy demarcando un momento de comienzo que se da en algún determinado mes de la vida de bebé, sino que es una forma de expresar algo que esta lo constitutivo y que se va instalando como proceso fluyente.
Es por otra parte posible pensar que cuando este niñito algún día dice “yo” cuando habla de si mismo, empezando a auto referirse desde el lenguaje explicito ante los otros, dejando de hacerlo en tercera persona del singular, como la hacia antes de decirse “yo”, es posible pensar digo, que algo de lo personal se esta manifestando, sin embargo no sabemos cuando este proceso se delimita internamente, antes de hacerlo explicito y por lo tanto “existente”.
No soy de lo que cree que hay principio y final de las cosas, hechos o sucesos, que puedan remarcarse claramente, solo hay indicadores, signos que nos hacen dar cuenta de que lo que estamos considerando es, y esto es lo que estoy queriendo decir respecto a un supuesto “comienzo” del mundo sentimental que trasciende y trasmuta lo emocional y nos constituye en personas, alejándonos del resto de mamíferos que, por lo que hasta ahora sabemos, son emocionales pero no constituyen sentimientos.
Esto me hace decir que una definición posible de lo humano es que somos seres sentimentales.
La posibilidad sentimental es potencialidad primaria de nuestra especie, y podemos pensarla como una tendencia que ante lo dado rompe el equilibrio homeostático y nos compulsa hacia la homeodinamia, es decir al cambio y la transformación, en tanto valoriza de algún modo propio lo que se le presenta al organismo en cada momento.
En tanto somos seres sociales necesitamos de los otros y estos nos encuentran con un mundo que nos legan, con sus metáforas, sus símbolos, sus construcciones culturales, sus historias, sus costumbres, sus hábitos, sus modos de mirar y pensar la realidad, eso nos atraviesa, mientras tanto cuidamos la vida que somos, y todas nuestras conductas y comportamientos devienen de allí, y solo desde allí pueden ser comprensibles.
Aquí es importante tener en cuenta que todo lo que hacemos lo hacemos en una primera instancia para sobrevivir, si lo logramos vivimos, y si alcanzamos cierto nivel de seguridad en lo que somos viviendo, podemos plantearnos existir, tomar en cuenta al otro como un nosotros que coexiste en el mismo sentido vital, un par, un congénere que necesitamos y nos necesita.
Todo animal, y eso en la base somos, se conduce con un repertorio de comportamientos que le permiten primero sobrevivir, luego vivir, alimentarse, defenderse, procrearse y cumplida su meta de especie: morir. Todo animal, de la especie que sea, si bien puede manifestar algún aprendizaje particular como individuo, no se aleja de lo básico de lo que es, de su esencia, si lo hace tiene dos caminos: muere o se hace otra especie.
En cambio nosotros, desde esta base mamífera que luego trascendemos sentimentalmente, al pensar y hablar o viceversa, nutrimos nuestra inmensa red neuronal, y enriquecemos ese caudal de comportamientos inicial, co construimos conductas, algunas en el si de la experiencia, otras adquiridas en los grupos de pertenencia, que nos hace sentir uno en tanto identidad.
Los humanos somos una especie y como tales cada uno de nosotros compartimos lo común a lo humano general y al grupo del cual somos siendo parte, y cada uno construimos la especie que somos en cada uno.
Todo lo que hacemos es todo lo que somos, y si lo que hacemos es vivir eso es todo lo que somos un ser vivo que desea eso vivir, y lo que hace tiene esa intención principal, primaria y final. Solo basta observar detenidamente cualquier conducta, sea una acción, un pensamiento, un imaginario, un sueño, tienen, en un principio, la intención de preservar al organismo que somos, y a partir de allí, de ser posible trascenderlo en conductas superadoras de lo habitual, de lo común.
Toda acción es, en un principio, interacción preservativa de la especie.
Todo pensamiento es para resolver lo importante, y sale al cruce del vivir cotidiano.
Todo lo que imaginamos es para revisar o prever.
Todo sueño es una comunicación de nuestro fondo perceptual, que simbólicamente libre de las trabas de la censura ordinaria, nos demarca cuestiones que nos pasan, y nos indica caminos.
Reaccionar, resolver, revisar, prever, darse cuenta de los mensajes de nuestro fondo, se colocan, están, aparecen, como disposiciones existenciales, es decir para ir hacia el mundo, hacia fuera, en el pro-yecto de vivir y existir.
En un orden de metáfora explicativa puedo hablar de una potencialidad totalizadora que subdivido a modo de estudio en dos, una que llamaré primaria y otra secundaria.
La primera es la impronta del vivir que si funciona en su característica homeostática, nos permite seguir en el mundo desde conductas que nos hacen crecer y desarrollarnos.
La segunda, de índole homeodinámica, produce el salto de lo humano hacia lo otro que hace de la realidad un real que cada uno hace de lo que percibe.
La primera nos hace vivir, la segunda existir, ambas están y son en el todo que somos, y repito que lo que acabo de describir es un suceso explicativo racional sobre la vida total que somos siendo cada día, solo eso una explicación para demarcar la vivencia de que a veces estamos en un modo de estar y ser en el mundo y a veces en el otro. Es desde aquí que a veces digo y decimos vivir y existir porque pensamos que son dos niveles de estar en el mundo, uno de base biológica conductual, otra de cimientos psicoespirituales, ambas sin embargo, puestas a disposición de cumplimentar los designios de la especie, los simples designios de transitar, procrear y morir.
¡Que difícil es hablar o escribir sobre algo que es vivencia!
Toda cuestión de lo humano sea en el nivel que sea debe sostener lo humano, sostener a los humanos, a las personas en si, a cada uno como tal, y al todo que somos, ese es nuestro deber y designio vital.
Lo natural es auto preservante en y hacia el equilibrio ecológico, nuestra naturaleza y esencia natural es ser no naturales y existentes, de allí la paradoja que nos constituye y que debemos conocer para seguir siendo quienes somos, no naturales, pero no hacernos anti naturales por sobre un supuesto soporte cultural e ideológico que predomina justificando actos que nos pueden llevar a la auto destrucción. Como pensamos, las ideas que nos surgen, las creencias, las ciencias, las disciplinas, las técnicas, el arte, las religiones, son creaciones del “alma humana”, que se suponen motivadas hacia el sostenimiento de la especie.
Cuando esto no sucede, como parece serlo en la actualidad, se nos impone volver a pensar, repensar lo humano que somos, algo así como barajar de nuevo y volver a dar las cartas de la vida.
Lic. Andrés Sánchez Bodas
Director de Holos San Isidro
Creador del Counseling en la Republica Argentina
1 comentario:
Un camino hacia la salud integral...
(Hace tiempo que busco caminos para mejorar mi calidad de vida y generar a mi alrededor una onda expansiva de salud. A la hora de repensar lo humano, se me ocurrió compartir esta reflexión que habita dentro mío como una epifanía)
Aprendiendo a Jugar por Gonzalo Sanjurjo
A medida que van pasando los años tengo más ganas de jugar. Pienso que he perdido mucho tiempo exigiéndome imponer mi imagen delante de los demás para que sea aceptada. Y luego dejarme someter ante el despiadado juicio de la aprobación o del rechazo como persona. Pierdo lo mejor de mí mismo cuando creo que competir por ser alguien está al mismo nivel de lo que ya soy. Estoy cansado de no jugar.
El hijo de 7 años de un amigo mío le hizo este planteo a sus padres. “Si voy a colegio a la mañana y a la tarde llego tan cansado que no puedo jugar casi nada”. Sabiamente los padres resolvieron lo inesperado. Liberaron al hijo del turno tarde. Y ahora se pasa toda la tarde jugando, muchas veces solo y otras con sus amigos.
Solamente puede jugar solo, alguien que se lleva muy bien consigo mismo. En el juego se despliega toda la persona sin otra exigencia que dejar al descubierto la riqueza de su propio mundo. No hay manipulación de personas. No hay juicios, no hay reglas, no hay dueños, no hay límites ni distancias.
El tiempo no es una moneda que se gasta sino el espacio para vivir la gratuidad de la vida recibida. Crece la confianza en uno mismo porque la imaginación hace que todo sea posible.
Cuando ya hemos sido piratas, bomberos, policías, soldados, príncipes, reyes, magos y súper héroes, trapecista y domadores de tigres de bengala, cuando ya hemos rescatado 7 veces a la princesa, cuando desenterramos 8 veces el mismo tesoro que nosotros habíamos sepultado, cuando después de 9 veces hemos liberado a los prisioneros del barco del pirata Barbarroja, cuando después de 10 veces hemos dibujado la misma selva con el mismo león… cuando la libertad se ha expresado en todo su esplendor hacia el bien de los otros, cuando la confianza dejó surgir lo más valioso de mi mismo y cuando la gratuidad hizo del tiempo humano experiencia de lo eterno… eschuchás… ¡A bañarse! Y después de la última hazaña respondés… ¡Pará Mamá… si todavía no terminamos de jugar!
Ningún chico que sepa jugar se cansa al hacerlo. Quizá caiga rendido ante el sueño. Pero soñar es una linda manera de seguir jugando. El chico que no se aburre consigo mismo es porque tiene una rica vida interior.
Los grandes nos aburrimos de todo y no alcanzan las terapias alternativas para huir de nosotros mismos. Hasta viajamos hacia el otro lado de mundo para intentar quitarnos de encima el propio yo. Y constatar que aún en el Paraíso nos aburrimos porque el infierno lo llevamos dentro.
Quisiera aprender a jugar al amor, a los cuentos, a la amistad, a la verdad, a la libertad, a jugar por jugar…
¿Por dónde empezar? Quizá tenga que aceptar la invitación de los que saben…
…Alguien que sepa ¿me invita a jugar? …
Un abrazo grande
Gz
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